Lenguas Internacionales y Derechos Humanos Internacionales

por Robert Phillipson

En este estudio se analiza la forma en que algunas lenguas se vuelven «internacionales» y se indican ejemplos de la difusión y legitimación del idioma más utilizado, el inglés. Se aborda el tema de los derechos lingüísticos igualitarios en relación con la práctica del plurlingüismo en los organismos interestatales, la Liga de Naciones y la Organización de Naciones Unidas, así como en la más ambiciosa y amplia de las alianzas de estados, la Unión Europea. Es posible pensar en alternativas a un sistema en el que se utiliza un número pequeño de lenguas oficiales y en el que, por tanto, personas de diversos idiomas gozan de derechos sobre una base injusta. Este artículo, además, llama la atención sobre el hecho de que las lenguas internacionales se imponen a las nacionales de una forma que no está de acuerdo con los principios de los derechos humanos.

Lenguas internacionales

La lengua siempre es la compañera del imperio y siempre será su aliada
(Nebrija, cita en Illich, 181, p. 34)

La interpretación común del término «lengua internacional» es aquella lengua que utilizan entre sí personas de diferente origen o nación. En ese sentido, existen muchas lenguas internacionales usadas en todos los continentes, desde el portugués y el hindi hasta el latín y el árabe clásico, además de las llamadas linguas francas (interlenguas) y pidgins en territorios menos amplios.

Se aplica el término «lengua internacional» para designar también a las lenguas artificiales o planificadas, como el esperanto, lenguas creadas específicamente para facilitar los lazos y la comprensión internacional; también se denominan lenguas auxiliares internacionales. Los hablantes de tales lenguas no reciben el apoyo de ninguna nación o estado, lo que contrasta fuertemente con la situación de las lenguas transplantadas a todo el mundo, como el inglés, el francés y el español.

La dominación lingüística surge de las conquistas, de la subyugación militar y política y de la explotación económica. El papel de la lengua en la expansión imperialista fue un elemento central en la europeización del mundo. La política lingüística fundamental se expresa en un documento que fuera pionero en la planeación lingüística, presentado a la corte real española en 1492 (véase la cita inicial de Antonio de Nebrija). En esa época, las principales lenguas europeas eran habladas sólo por unos cuantos millones de personas y no se usaban en el ámbito internacional. El actual papel del inglés, francés, español y portugués revela la forma tan implacable y exitosa en que se impuso el principio de dominación lingüística.

Pocas veces las potencias colonizadoras están dispuestas a aceptar que las lenguas y culturas ajenas a la propia tienen en sí mismas valores y derechos. Los lingüistas siguieron las huellas de Nebrija, legitimando las jerarquías lingüísticas coloniales (Calvet, 1974; Crowley, 1991). La hegemonía lingüística internacional se nutre de la creencia y de las actitudes de las jerarquías lingüísticas y se entreteje con la política de darle más recursos a la lengua dominante.

Entre las dos guerras mundiales surgió un ingenioso proyecto para crear una versión reducida del inglés, como «lengua auxiliar internacional», llamado «BASIC English» (BASIC = British American Scientific International Commercial, británico, americano, científico, internacional y comercial). Fue propuesto con la esperanza de que se eliminarían las lenguas menos importantes: «Lo que el mundo necesita es cerca de mil lenguas muertas más y una más viva» (Ogden, 1934, citado en Bailey 1991, p. 210). En ese contexto, la «intercomprensión internacional» se considera unidireccional; abandónense las demás lenguas y adóptese la dominante, el inglés, vuelta más accesible gracias a su simplificación.

El imperialismo lingüístico invariablemente implica la superioridad de la lengua dominante, tanto en la época colonial como en la postcolonial (Mühlhäusler, 1996; Phillipson, 1992). Los británicos y estadunidenses crearon una vasta infraestructura educativa para difundir el inglés en todo el mundo1.

Son antiguas las opiniones acerca de la superioridad del inglés y su adecuación como lengua internacional incomparable. El examen detallado de la imagen del inglés en diversas épocas permite concluir que no han cambiado las ideas surgidas en el apogeo del periodo colonial, cuando destacaron como actores la Gran Bretaña y los Estados Unidos, cuando el colonialismo económico substituyó al dominio político directo sobre los países del Tercer Mundo. Aún se piensa que es inevitable que el inglés sea la lengua mundial; las razones del destacado papel del inglés en los asuntos mundiales son las mismas que se elaboraron en el siglo XIX (Bailey, 1991, p. 121)2.

Un ejemplo reciente del triunfalismo chovinista apareció en la primera página de un diario londinense, en noviembre de 1991. En ese tiempo, el gobierno británico no sentía ningún entusiasmo por la Unión Europea y la Gran Bretaña influyó muy poco en la integración de Europa. «Para que Europa tenga futuro, necesita algo más que una divisa común, una política exterior común y una ley común. Deberá tener una lengua común y esa lengua sólo puede ser la inglesa.» (Daily Mail, 29 de noviembre de 1991).

Los estados que se oponen a la difusión del inglés y pretenden para su propia lengua los mismos derechos son tachados de «chovinistas» y se les critica de sufrir de «un arcaico orgullo nacional». La creencia fundamental parece ser la siguiente: Ya se logró imponer el inglés como idioma dominante en países como Gran Bretaña y Estados Unidos; entonces pueden aplicarse los mismos procesos en la Europa continental y, en general, en todo el mundo. Si el monolingüismo puede triunfar en una nación (eso se piensa), ¿por qué no también a escala internacional?

¿A qué intereses responden las lenguas internacionales?

Lo que ha ocurrido durante mi vida es la estadunidensización el mundo.
(George Bernard Shaw, nacido en 1856, escrito en 1912)

El gobierno británico está muy consciente de las ventajas políticas que le reporta a Gran Bretaña el papel privilegiado del inglés3 y la consiguiente influencia económica4. La prensa aplaude en el mismo sentido5. Hay un constante torrente de libros sobre los diversos aspectos del inglés como idioma mundial, no todos ingenuamente celebratorios6. Una reciente publicación encargada por el Consejo Británico acerca del futuro del inglés (Graddol, 1997) representa un provocativo análisis multidisciplinario del papel de los diversos factores, económicos, tecnológicos y políticos que algún día podrían hacer que otras lenguas se elevaran al rango de lengua dominante internacional.

La situación actual en cierto modo es de «macdonaldización», de asimetría estructural por el poderío económico. Queda simbolizada en el hecho de que el 80 por ciento de las películas proyectadas en Europa occidental proceden de California, mientras que en América del norte, sólo el 2 por ciento de las películas proyectadas son de origen europeo. Entendemos la macdonaldización como el surgimiento de consumidores, servicios y proveedores globales; un comercio agresivo todo el día; dominio del flujo de una información que no hace consciencia en los hombres de los efectos de largo plazo de un estilo de vida ecológicamente destructivo; una competencia desventajosa para los creadores locales de cultura; obstaculización de iniciativas locales. Todo esto se conjuga para limitar el espacio cultural local (Hamelink, 1994). Se han dado muchos pasos en dirección contraria a tal influencia, en los ámbitos nacionales y en la Unión Europea, sobre todo en Francia: se quiere proteger la diversidad cultural y lingüística. En ese campo se analizan las interrelaciones de los factores económicos, de la cultura y de la política lingüística, pero esto requiere mayor elaboración (Grin y Hennis-Pierre, 1997).

Las presiones de la globalización comercial y mediática están de acuerdo con la labor de los educadores que aspiran a la «educación global». Existen intelectuales que han concebido un plan de estudios mundial básico, junto con un sistema mundial de exámenes y arreglos para certificar la calidad de la educación y la capacitación7. El programa básico propuesto designa siete campos clave de aprendizaje, de los cuales uno es la «lengua mundial», esto es, el inglés, obligatoria para todos. Otro campo se refiere a otras lenguas que tendrían que ser aprendidas por aquellos infelices cuya lengua materna no fuera la mundial8. Esta visión pedagógica supone efectivamente dos especies de hombre: los anglófonos monolingües y todos los demás, bilingües. Es la receta para regresar al mundo antediluviano y prebabélico, en el que todo lo valioso se genera en una sola lengua.

La difusión del inglés o de la ecología de las lenguas

La globalización no es un fenómeno que haya aparecido recientemente, aunque esa impresión cree el pensamiento académico a la moda. Lo que es nuevo es la amplitud y profundidad de la penetración global de las culturas. El especialista japonés en comunicación, Yukio Tsuda, expresa agudamente las varias dimensiones de la actual política lingüística mediante dos paradigmas concurrentes.

Paradigma: difusión del inglés

A. capitalismo

B. ciencia y tecnología

C. modernización

D. monolingüismo

E. globalización e internacionalización ideológicas

F. transnacionalismo

G. estadunidensización y homogenización de la cultura mundial

H. imperialismo lingüístico, cultural y mediático

Paradigma: ecología de las lenguas

1. punto de vista que respeta los derechos humanos

2. igualdad en comunicaciones

3. plurlingüismo

4. conservación de lenguas y culturas

5. protección de la soberanía nacional

6. estímulo para el aprendizaje de lenguas extranjeras

(Tsuda 1994; letras y números nuestros. Véase mayor elaboración en Phillipson y Skutnabb-Kangas, 1996; Skutnabb-Kangas, 1999.)

Puede verse la diferencia entre ambas concepciones contrastantes en relación con la política lingüística en África, donde algunas influencias refuerzan la difusión del inglés, y otras, la ecología lingüística local. Mazrui (1997) señala que las jerarquías lingüísticas de la época colonial siguen fundamentando la política educativa del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, y que actualmente influyen en la «ayuda», junto con la tristemente célebre política de cambios estructurales, empobrecedora y destructora de la sociedad.

(…) la verdadera actitud del Banco Mundial (…) estimula el fortalecimiento de las lenguas imperialistas en África. (…) el Banco Mundial parece considerar que la africanización lingüística de toda la educación básica y media es un esfuerzo impensable. Por ejemplo, su texto sobre las estrategias para estabilizar y renovar las universidades no menciona en lo absoluto el papel de la lengua en ese tercer nivel de la educación en África. (…) Según los programas de reestructuración del Banco Mundial y del FMI, el único camino por el que pueden avanzar las naciones africanas es la adopción de las lenguas imperiales desde el inicio de la educación de cada niño (Mazrui, 1997, p. 39-40).

La «ayuda» en el campo educativo refleja el credo de la segregación lingüística (lingüismo9), según el cual sólo las lenguas europeas sirven para la tarea de hacer evolucionar la economía y la mente de los africanos. Muchos intelectuales africanos han señalado la falsedad de esta actitud, como Ansre, Bamgbose, Kashoki, Mateene y Ngugi (citas en Phillipson, 1992; véase también Djite, 1993; y en especial sobre derechos lingüísticos en África, Akinnaso, 1994 y Phillipson y Skutnabb-Kangas, 1994).

Puede encontrarse una forma de acción alternativa, basada en el fortalecimiento de las lenguas africanas, en una serie de documentos aprobados por gobiernos africanos en los últimos quince años, los cuales culminaron en la declaración de Harare, adoptada durante la conferencia intergubernamental de ministros sobre política lingüística en África, el 20 y 21 de marzo de 1997 (reproducida en The New Language Planning Newsletter [Nuevo Boletín sobre Planificación Lingüística] 11/4, junio de 1997). En ella se declara que no se ha seguido una política adecuada, construida sobre las lenguas africanas, y se delínean muchas
estrategias para fortalecer la ecología de las lenguas locales. El documento considera el avance de las lenguas africanas como el núcleo de los procesos de democratización y convivencia pacífica.

Mejorar el uso de las lenguas africanas es requisito para la máxima estimulación de la creatividad e ingenio evolutivo en África.

(…) África, donde los intercambios científicos y tecnológicos ocurren en lenguas nacionales como parte de nuestra preparación para hacer frente a los desafíos del próximo milenio.

(Los gobiernos africanos) apelan a todos los interesados, en África y en todo el mundo, a comprometer su colaboración lúcida y enérgica, respetando la integridad de la identidad africana y el avance armónico de la dignidad y de los valores humanos expresados en las lenguas africanas.

La política del Banco Mundial y la acción de los donadores que colaboran con él reafirman la difusión del inglés. En cambio, la declaración de Harare trata de reforzar la ecología lingüística africana, construir a partir del actual plurlingüismo y utilizar las lenguas locales para resolver los problemas locales. El inglés todavía se puede aprender como lengua extranjera, si no se le estudia para expulsar a otras lenguas o para imponerse a éstas.

Los ejemplos anteriores de debates sobre política lingüística deben verse en el contexto de la realidad política. Para juzgar a escala mundial las jerarquías lingüísticas en el contexto poscolonialista, poscomunista o de la Unión Europea, debe pensarse en los factores económicosy políticos, en el hecho de que se asignan recursos a una u otra lengua, pero no a otras, y en la ideología que legitima esas preferencias y por lo general glorifica a unas cuantas lenguas y reprueba a otras. Las teorías sobre lengua y poder, sobre política lingüística y estructuración social, sobre las lenguas en la educación deben anclarse en el complejo mundo real de flujos monetarios y negociaciones dominantes. He aquí un mundo en el que la desigualdad es estructural y se legitima mediante la segregación lingüística. La lengua «internacional», el inglés, es considerada adecuada en forma universal a pesar de los
abundantes indicios de que su extenso uso en los países poscoloniales es provechoso para los intereses occidentales (precisamente eso pretende la globalización) y no satisface las necesidades de la mayoría de la población de dichos países.

El paradigma de la ecología lingüística tiene otro punto de partida. Presupone que los hablantes de diferentes lenguas tienen los mismos derechos de comunicación, que el plurlingüismo es deseable, que debe estimularse y facilitarse, y que la política lingüística
debe estar dirigida por los principios de igualdad y de derechos humanos.

Intermedio utópico: propuestas de una lengua internacional auténticamente neutral, el esperanto, ante la Liga de Naciones y en el Parlamento Europeo

Recuerden que la única forma de alcanzar tal paz es eliminar de una vez por todas la causa principal de las guerras, el bárbaro legado de los tiempos anteriores a la civilización: el dominio de un pueblo sobre otros. (Zamenhof, 1915, en Centassi y Masson, 1995)

La Liga de las Naciones se creó como foro para trabajar para evitar las conflagraciones bélicas como la primera guerra mundial. El número de estados miembros varió entre 40 y 50; en la Organización de las Naciones Unidas actualmente hay poco menos de 200. Estados Unidos permaneció fuera de la Liga de Naciones a pesar del papel clave desempeñado en su fundación por el presidente Wilson.

La Liga de las Naciones tuvo que reflexionar sobre la lengua en que ocurrirían sus sesiones. Anteriormente, el francés era la lengua más prestigiosa de la diplomacia (al menos en el mundo occidental), pero no de todas las conferencias «internacionales». En los congresos de la Asociación Universal de Esperanto realizados antes de 1914 algunos gobiernos estuvieron representados oficialmente; incluso hubo once en el congreso de 1910 (Centassi y Masson,
1995).

Es poco frecuente que organismos internacionales piensen seriamente en utilizar una lengua neutral planificada, de fácil aprendizaje para todos pero sin relación con ninguna potencia. Se suele rechazar, sin darle consideración seria, que pueda haber una alternativa a una lengua «natural»10.

En la Liga de las Naciones se consideró seriamente la posibilidad de estimular el aprendizaje del esperanto e incluso la de usarlo como lengua de trabajo, pero Francia se le opuso tenazmente. De 1920 a 1924 se discutió sobre el esperanto en numerosas ocasiones y se escucharon reportes sobre el aprendizaje del idioma en 26 países. En 1920, delegados de once estados (Bélgica, Brasil, Chile, China, Colombia, Checoslovaquia, Haití, India, Italia, Persia, Sudáfrica) recomendaran que se enseñara el esperanto en las escuelas «como fácil recurso de comprensión internacional» (Lins, 1988, p. 49-61). Los estados más pequeños, entre ellos algunos asiáticos, apoyaron la idea de una lengua neutral internacional. Pero se impusieron las fuerzas que apoyaban las lenguas de los grandes estados miembros. Quizá el orden mundial existente se hubiera visto amenazado no sólo por una lengua neutral, sino también por las utópicas creencias pacifistas de algunos esperantistas11. La opción del esperanto fue rechazada y esa actitud dura hasta la fecha, salvo el reconocimiento verbal y las relaciones consultivas con Naciones Unidas, Unesco y el Pen Club.

Existe abundante bibliografía sobre el esperanto. Entre los hechos socio-lingüísticos más significativos están los varios miles de niños que crecen en todo el mundo (en más de dos mil familias) y que tienen al esperanto como lengua materna; que florecen las obras de ficción, novelas y poesía tanto originales como traducidas; que se usa como medio de comunicación en conferencias científicas sobre muchos temas; que la lengua se aprende mucho más rápidamente que otras gracias a las reglas productivas y sin excepciones que constituyen su base; que aunque recurre en su mayoría al léxico europeo básico, su sistematicidad la hace de más fácil aprendizaje que otras lenguas europeas para los no europeos; que la capacidad de usar el esperanto le permite a sus hablantes conocer personas de una amplia gama de orígenes culturales y lingüísticos.

En la comunicación interpersonal, la falta de nexos entre el esperanto y algún estado nacional quizá facilite la comunicación simétrica, sea cual fuera la lengua materna de los interlocutores. En el nivel interestatal, en las instituciones políticas donde se debate la suerte de la población mundial, la falta de fuerza política es, naturalmente, la principal debilidad de la lengua. Son las potencias las que pueden insistir que sus propias lenguas sean las «oficiales».

El concepto de lengua oficial se originó en los primeros años de la Liga de las Naciones, cuando el francés y el inglés obtuvieron el mismo rango y así se estableció la ficción de que un texto escrito en cualquier lengua puede reproducirse en cualquier otra y que el producto resultante es absolutamente el mismo en su significado (Tonkin, 1996, p. 14).

El mismo principio de textos con significado idéntico rige en la Unión Europea, que tiene once lenguas oficiales, de las cuales todas, en teoría, expresan el «mismo» contenido semántico. Pero cualquier persona que conozca el proceso y los productos de la traducción sabe que el esfuerzo por encontrarle la cuadratura al círculo de las diferencias conceptuales, culturales y lingüísticas es un ideal utópico, muy alejado de la forma en que funcionan las diversas realidades. Por ejemplo, el sistema jurídico de cada uno de los quince estados miembros de la Unión Europea evolucionó en forma única y diferente, y los textos jamás podrán significar «lo mismo» en todas las lenguas y culturas.

No obstante, existen fuerzas que tratan de persuadir al Parlamento Europeo de que considere seriamente la opción del esperanto y se dice que hay un creciente número de diputados de dicho cuerpo que desean debatir sobre estos temas. En 1993 se escucharon propuestas y se planea una discusión más amplia sobre política lingüística12. A fin de cuentas, esto refleja el hecho de que las instituciones multinacionales de la Unión Europea en principio aceptan el plurlingüismo y la igualdad lingüística, aunque la actual jerarquía lingüística se contraponga a ello: en los foros de la Unión europea, algunas lenguas son más iguales que otras, en especial el inglés y el francés.

La Asociación Universal de Esperanto trata de influir en la política lingüística de los organismos internacionales. El manifiesto aprobado en su LXXXI Congreso Universal, celebrado en Praga en 1996, expresa el conjunto de principios a los que aspira el movimiento en favor de la «lengua internacional esperanto». Estos principios son la democracia, la educación sin fronteras (en relación con todas las etnias), una educación eficaz (mejor aprendizaje de lenguas extranjeras), plurlingüismo, derechos lingüísticos, diversidad lingüística y emancipación del hombre. Los dos principios más relacionados con el tema que nos ocupa son:

Democracia. Un sistema de comunicación que toda la vida concede privilegios a unas personas y les exige a otras que dediquen años de esfuerzo para alcanzar un grado menor de capacidad es fundamentalmente antidemocrático. Aunque, como toda lengua, el esperanto no es perfecto, supera en mucho a todos sus rivales en el ámbito de la comunicación mundial igualitaria. Afirmamos que la desigualdad lingüística tiene como secuela la desigualdad comunicacional en todos los niveles, especialmente el internacional. Nuestro movimiento es en favor de la comunicación democrática.

Derechos lingüísticos. El desigual reparto del poder entre las lenguas es la fórmula para la constante inseguridad lingüística, o franca opresión lingüística, en gran parte de la población mundial. En la comunidad esperantista, miembros de lenguas grandes y pequeñas, oficiales y no oficiales, se reúnen en un terreno neutral, gracias a la voluntad recíproca de ceder. Ese equilibrio entre derechos lingüísticos y responsabilidades constituye un precedente para desarrollar y juzgar otras soluciones a la desigualdad lingüística y a los conflictos lingüísticos. Afirmamos que las grandes diferencias en poderío entre las lenguas socavan las garantías de tratamiento igualitario sin consideración por la lengua, expresadas en tantos documentos internacionales. Nuestro movimiento es en favor de los derechos lingüísticos.

Debo agregar que apenas en fecha reciente me di cuenta del potencial del esperanto debido a que, al igual que la mayoría de los sociolingüistas, hasta entonces yo no lo había considerado como algo serio. Además de los argumentos intelectuales resumidos más arriba, tuve la experiencia de asistir a dos conferencias «internacionales» a mediados de 1996. En la conferencia sobre derechos lingüísticos celebrada en Hong Kong, el inglés fue prácticamente el único medio de comunicación. Un delegado sudafricano expresó su sorpresa por el hecho de que, aquellos cuya capacidad de usar el inglés era menos que perfecta, en especial los asiáticos, y que difícilmente se expresaban en inglés, aceptaran los desiguales derechos lingüísticos que les impusieron los organizadores de la conferencia. Pocas semanas después, en el LXXXI Congreso Universal de esperanto, en Praga, me asombró comprobar que miles de participantes de todo el mundo se expresaban confiadamente en una lengua internacional común, entre ellos muchos asiáticos que no parecían sufrir de ninguna desventaja.

Derechos lingüísticos en organismos superestatales

Algunas lenguas gozan de derechos prioritarios en los foros internacionales, por ejemplo en Naciones Unidas, en las alianzas militares y comerciales, en los organismos que regulan la navegación marítima, el tráfico aéreo y asuntos internacionales similares, así como en las asociaciones profesionales. Es típico que ahí se funcione mediante una o más lenguas oficiales. La lengua que más y más se impuso durante el siglo XX es el inglés, con el apoyo de la revolución en tecnología y en comunicación, lo cual refleja el poderío político, económico y militar. Mientras que las jerarquías lingüísticas en el contexto poscolonial se analizan con frecuencia, la política lingüística internacional concebida como el funcionamiento de las lenguas en los organismos internacionales está menos estudiada y es menos conocida (Tonkin, 1996, p. 9; véase también en Coulmas, 1996; Fettes, 1996)13.

Los análisis de Tonkin (1996) y de Fettes (1996) sobre el funcionamiento del sistema lingüístico en Naciones Unidas a lo largo de muchos años indican que el actual régimen lingüístico refleja más el poderío político que algún principio de igualdad (por ejemplo, la lengua con el mayor número de hablantes o representativa de una selección de la ecología lingüística mundial) o de eficacia. En 1945 se aceptaron cinco lenguas (chino, francés, español, inglés y ruso) como oficiales en Naciones Unidas. El árabe se agregó después de la crisis energética de los años setenta.

En teoría, en Naciones Unidas hay seis lenguas oficiales con los mismos derechos, y en esos idiomas se produce gran cantidad de documentos mediante un costoso servicio de traducción. Pero de hecho, el inglés es la lengua de trabajo dominante y eso se acepta con disimulo en la ONU. Las potencias francófonas han expresado en vano su descontento y sus protestas tienen poco que ver con la igualdad o con los derechos de lenguas que no sean el francés14. Existe una resistencia muy fuerte contra las reformas al sistema, pues éste refleja una serie de compromisos políticos, el gusto por el sistema por parte de quienes lo administran y la poca inclinación a pensar en alternativas.

Las alternativas propuestas por Tonkin (1996, p. 22-24) se basan en una aceptación más abierta de una sola lengua, o el inglés o el esperanto, en un mayor esfuerzo por fomentar el aprendizaje de idiomas y el plurlingüismo abierto, o en un sistema en el que estuvieran disponibles servicios lingüísticos pero fueran de paga. En la actualidad nada indica que haya inclinación por cambiar el sistema, aunque la ONU busca la forma de reducir gastos y hasta la cuarta parte del presupuesto de trabajo del organismo se dedica a servicios de interpretación y traducción (Fettes, 1996, p. 119). El sistema es ineficaz: porque muchos representantes no hablan ninguna de las lenguas oficiales en forma comprensible y fluida; por los problemas logísticos para proporcionar interpretación en las lenguas oficiales designadas; y por el derroche que representa traducir textos a todas las lenguas oficiales, aunque no todas éstas se usen mucho. Como observó un ex intérprete en el sistema de la ONU, resulta paradójico dedicar tanto dinero a tales asuntos, cuando las actividades primordiales de la ONU, como la conservación de la paz, el cuidado de la salud y el fomento de los derechos humanos, reciben demasiado poco (Piron, 1994).

Parece justo concluir que el actual sistema de otorgarles derechos a ciertas lenguas tiene el resultado de que los hablantes de otras lenguas no tienen el mismo acceso al sistema. Aparte de eso, la selección de un número limitado de lenguas no significa que no haya jerarquías entre las elegidas, sino lo contrario.

En la Unión Europea, la política lingüística es un tema tan espinoso que se presentan muy pocas iniciativas multilaterales de alto nivel. La política lingüística no tiene una prioridad de relieve. En gran parte, tales medidas son furtivas, no abiertas. Como señalara el redactor de un número de International Political Science Review (Revista Internacional de Ciencia Política) sobre «el sistema lingüístico mundial en formación»: «El tema de las lenguas sigue siendo el gran silencio en la integración europea. Hubo muchas palabras sobre lagos de leche y montañas de mantequilla, sobre la moneda común, la liberalización de la migración para los ciudadanos de la Unión Europea y el control de la entrada para los extranjeros, pero la lengua en sí, en la que se abordan esos temas, está fuera de la discusión» (de Swan, 1993, p. 244).

En la Unión Europea se han realizado muy pocas investigaciones sistemáticas sobre la política lingüística, y ninguna de ellas en un marco elaborado multidisciplinario. De lo que se dispone en la actualidad es fragmentario y en gran parte impresionista. Los libros de ciencia política sobre la integración europea descuidan el tema de las lenguas (por ejemplo, Richardson, 1996). Los escritos sobre la política lingüística en la Unión Europea contienen análisis de las reglas que determinan la política lingüística, de tratamientos empíricos sobre el uso de lenguas específicas y sobre la actitud hacia el uso de las lenguas. Los textos pioneros son de un franco-canadiense (Labrie, 1993), un alemán (Schlossmacher, 1996) y un noruego (Simonsen, 1996), y sin duda no es casualidad que las primeras obras sean de intelectuales de estados donde reina el sentimiento de que sus primeras lenguas están amenazas, en todos los casos por la difusión del inglés. Estas obras están en francés, alemán y noruego, respectivamente, lo que quizá limite su público. Pero muchos de estos temas se tratan en inglés (véase el anuario Sociolinguistica, y Phillipson y Skutnabb-Kangas, 1997).

En teoría, la política lingüística, al igual que la cultura, es un asunto propio de cada estado miembro; pero los procesos de globalización y de europeización, y la intensidad de los lazos transfronterizos en tal cantidad de campos, estimulados en muchos casos por las medidas tomadas en la Unión Europea, hacen que la autonomía nacional sea en parte ilusoria. Para las instituciones de la Unión Europea, la legislación lingüística más significativa es la de 1958, que otorga a las cuatro lenguas principales de los países fundadores (neerlandés, francés, alemán e italiano) derechos igualitarios como lenguas oficiales y de trabajo. Cuando uno tras otro se fueron adhiriendo nuevos países, se añadieron las lenguas de éstos (danés e inglés en 1972, el griego, portugués y español un decenio después, el finlandés y el sueco a partir de 1994). El preámbulo de la primera decisión explicaque las lenguas que son oficiales en el territorio de un estado miembro tienen derecho a ser lenguas de la Unión Europea. Así, no se admiten lenguas regionales, como el catalán de España, aun cuando tengan más hablantes que algunas de las lenguas oficiales.

La membresía en la Unión Europea implica mezclar la soberanía con la de los otros estados miembros. Por ello se evidencia la necesidad de documentos escritos, resultantes de las tratativas entre los estados miembros (por ejemplo, en el consejo de ministros), y que deben distribuirse en la lengua principal de cada estado, pues los textos basados en las leyes de la Unión Europea (tratados y reglamentos) son más importantes que las leyes nacionales. En este campo es más clara la necesidad de una equivalencia textual lo más cercana posible en las once lenguas oficiales.

El actual sistema de interpretar en las once lenguas oficiales (11´10 combinaciones posibles) es una pesada inconveniencia y por lo general se usa el sistema de interpretación «canalizada», por ejemplo, del danés al griego a través del inglés o del francés (Dollerup, 1996). En principio, cada una de las once lenguas tienen el mismo derecho de ser usada como lengua de trabajo; pero en la práctica, los hablantes de las lenguas «pequeñas» suelen ceder su derecho y funcionar en alguna de las lenguas «grandes». Por lo general, el borrador de los textos sólo se encuentra en inglés o en francés.

Probablemente, siempre ha sido ficticia la igualdad de las lenguas oficiales. El francés fue la lengua principal en los primeros años de la Comisión Europea en Bruselas y sigue siéndolo en algunos campos. Los alemanes lo aceptaron, aunque líderes políticos y comerciales en ocasiones se quejen de que los intereses alemanes se ven afectados por el hecho de que su lengua no tiene los mismos derechos.

En su mayoría, los planes explícitos de política lingüística son incipientes; se aspira a cierta igualdad entre las once lenguas oficiales. Los programas de la Unión Europea para fomentar el movimiento de estudiantes se dirigen a mejorar los conocimientos de lenguas extranjeras en los estados miembros y así formar un sentimiento «europeo». En teoría, los arquitectos de la europeización afirman que deben conservarse la diversidad lingüística y cultural. Pero la realidad es más compleja, sea que se trate del uso de todas las lenguas nacionales a nivel supranacional, sea que se trate del papel y de los derechos de las lenguas menos utilizadas al interior de cada estado. Además, el inglés influye fuertemente en las lenguas nacionales. En las instituciones comunitarias, el inglés se difunde a costa de otras lenguas que podrían ser «lenguas puente», en especial el alemán y el francés. Las lenguas de los demás estados miembros, menos «internacionales», tienen en la práctica pocos derechos. En otras palabras, existe una silenciosa aceptación de la jerarquía de las lenguas de la Unión Europea.

Es difícil predecir cómo evolucionará la política lingüística de la Unión Europea. Quedan muchas preguntas por responder: ¿La Unión Europea se dirige hacia un sistema bilingüe, en el que el inglés será la segunda lengua de una élite, salvo irlandeses y británicos que serán monolingües en su mayoría? ¿Se alcanzará mayor grado de plurlingüismo multilateral y recíproco? ¿Mantendrán las instituciones europeas el inconveniente sistema de traducción e interpretación, o se modificará la política sobre lenguas de trabajo y redacción de textos? Es probable que esto ocurra cuando ingresen nuevos miembros en la Unión Europea. ¿Los proyectos actuales, que financian la migración de estudiantes (Erasmo, Sócrates, etcétera), alcanzan su objetivo declarado, es decir, reforzar las lenguas menos usadas, o de hecho sólo refuerzan al inglés?15 ¿Existe una discusión bien informada sobre las posibilidades de usar una lengua alternativa como el esperanto? ¿Qué sector de votantes influye más en la creación de la política lingüística, las élites y los grupos de profesionistas nacionales o supranacionales, o los mitos creados por los medios de comunicación y en el debate político? ¿Podemos suponer que, debido a la delicadeza política del tema y a la fragilidad de la infraestructura que garantice un debate público bien informado al respecto, tanto en el ámbito nacional como en el internacional, las fuerzas comerciales poco a poco reforzarán al inglés? Y si así ocurriera, ¿sería a costa de los hablantes de otras lenguas?

El asunto es muy importante en muchos ámbitos (individual, regional, social, mundial) y en muchos campos (cultural, económico, político, etcétera), tanto en la ecología lingüística local
como en la paneuropea.

Las investigaciones empíricas indican que sólo el francés y el inglés funcionan como lenguas oficiales y de trabajo en los asuntos internos de la Unión Europea (Schlossmacher, 1996, informes recabados en 1992). Los europeos del norte por lo general usan el inglés; los del sur, el francés. El inglés se desempeña más como medio de comunicación hacia el exterior (por ejemplo, incluso con los países excomunistas, en los que el alemán era tradicionalmente fuerte). La obra más reciente de Quell (1997) confirma dicha impresión. La capacidad de usar el francés y el inglés son condiciones necesarias para participar satisfactoriamente en las decisiones políticas, incluso en el Parlamento Europeo, donde se dispone de servicios de interpretación para mayor número de idiomas y donde se usan muchas más lenguas, al menos en numerosas reuniones del parlamento.

Al preguntársele si es necesario un reglamento para un nuevo sistema de lenguas de trabajo, la gran mayoría (el 78 por ciento) de los burócratas empleados en la Unión Europea respondieron que lo verían con buenos ojos, pero son menos los parlamentarios (el 41 por ciento) los que piensan de ese modo (Schlossmacher, 1996, p. 98). Es típico que los hablantes de las lenguas «pequeñas» (por ejemplo el danés y el portugués) no deseen cambios, supuestamente por el riesgo de que su idioma sea hecho aun más de lado que en la actualidad.

El mismo análisis señala que hay un gran número de personas que desean que el alemán se emplee como lengua con mayor prioridad y rango, a diferencia de un sistema en el que sólo el inglés, o el inglés y el francés, fueran las lenguas de trabajo, aun cuando esto aún no sea actual (op. cit. p. 103). Una pregunta adicional en la investigación de Quell es si un sistema de una, dos o tres lenguas sería una posible solución formal del tema de las lenguas de trabajo en la Unión Europea; y, en caso de ser así, cuáles de las once lenguas tendrían ese papel. Los resultados muestran una clara preferencia por un sistema bilingüe (francés e inglés) o trilingüe (francés, inglés y alemán) por encima de un sistema monolingüe. Los resultados hacen pensar, además, que hay más apoyo para un sistema exclusivamente en inglés por parte de las personas que tienen a esta lengua como segunda, que entre los que la tienen como lengua materna16.

La obra de Schlossmacher muestra también la gran escala de opiniones sobre si los estados miembros recién adheridos necesariamente tendrían los mismos derechos lingüísticos que los anteriores. Otra vez se observa que hay menos burócratas que parlamentarios que opinan que los nuevos estados y sus lenguas deben obtener lo mismos derechos17. Es más que probable que se tomen decisiones sobre política lingüística cuando se adhieran nuevos países, quizá tan sólo por el hecho de que las lenguas adicionales complicarán en gran medida la organización de la interpretación simultánea. ¿Significa esto que en la futura Unión Europea, en las reuniones, cuando asistan jefes de estado, funcionarios de nivel medio y superior, políticos y expertos, no existirá el derecho a usar la propia lengua? Cuando se les admita al club europeo (un club cuyas reglas tienen validez jurídica en cada estado miembro), ¿acaso los hablantes del checo, estonio, húngaro y polaco se harán oír sólo en inglés y francés? A estas preguntas nadie puede responder en la actualidad, pero se trata de algo fundamental: ¿La Unión Europea realmente es una asociación democrática de estados miembros con los mismos derechos?

Ya que la política actual es la regulación pasiva por medio de la inercia (…) la única lengua que se beneficia de ello es el inglés. Si se piensa que en su mayoría las personas no quieren que el inglés se difunda más, es pues extraño que, a pesar de eso, se establezca como idioma de la burocracia europea (Quell, 1997,
p. 71).

En el último cuarto de siglo, el inglés ha asumido rango de lengua internacional en la Unión Europea, similar a su papel en la ONU y en muchos estados poscoloniales, lo cual es reflejo de su papel de lengua de estadunidensización y «macdonaldización». Esto tiene consecuencias en la ecología lingüística de la Unión Europea, las cuales serán cada vez más evidentes en los próximos decenios. El inglés tiene un papel hegemónico como lengua internacional, al que no puede oponerse el derecho internacional, ni siquiera las leyes de derechos humanos, por mucho que se declare en contratos que no es aceptable la discriminación basada en la lengua (sobre las limitaciones de éstos, véase Skutnabb-Kangas y Phillipson, 1994b).

Hegemonía lingüística internacional

La hegemonía lingüística del inglés se muestra en diferentes maneras. Algunas de éstas reflejan el poderío económico. La difusión del inglés depende menos de la fuerza militar (aunque la «pacificación» en Bosnia refuerza y generaliza allí al inglés) que de las presiones comerciales, en especial las de las corporaciones multinacionales y de los organismos mundiales y regionales, como la Unión Europea.

Es claro que las jerarquías lingüísticas en el ámbito internacional no se relacionan directamente con las fuerzas nacionales demográficas o económicas. El alemán tiene la base de hablantes más grande en la Unión Europea, el mayor mercado interno, la economía más fuerte y funciona un poco en el ámbito internacional, pero hay muy pocos indicios de que pueda rivalizar con el inglés.

El inglés además se beneficia del aprendizaje de lenguas extranjeras, el cual confirma la jerarquía lingüística internacional. Para poder competir en el mercado mundial, los países cuyas lenguas son interlenguas rivales Francia, Alemania y España invierten mucho en el aprendizaje del inglés en sus sistemas de enseñanza, aunque consideren al inglés una amenaza para sus valores locales culturales y lingüísticos18.

También la colaboración científica internacional cada vez está más dominada por el inglés. Los campos periféricos de investigación por lo general caen bajo el monopolio de proyectos multinacionales, basados en el imperialismo científico y lingüístico19: existen relaciones asimétricas en el intercambio académico, que reafirma el papel del inglés, y en los paradigmas de investigación, que se legitiman y asimilan sin reflexión.

La lengua de más alto rango se beneficia de las imágenes presentadas por la publicidad de las corporaciones multinacionales y de la asociación mental del inglés con el éxito y el hedonismo. Esos símbolos refuerzan una ideología que otorga gloria a la lengua dominante y se la resta a las demás. Dicha jerarquía es «justificada» y asimilada como algo normal y natural, y no como la expresión de objetivos e intereses hegemónicos20. La difusión del inglés se ve claramente en la política poscolonial, que ignora la ecología lingüística local. Las investigaciones académicas «occidentales» sobre la sociología de las lenguas por lo general relejan la asimetría de las relaciones, como lo muestra la reseña de un libro (escrito por un norteamericano) sobre política lingüística: «He aquí un ejemplo típico de colaboración india y occidental: superficial y desdeñosa… Cuando ignoramos la bibliografía en lenguas regionales indias sobre los problemas lingüísticos en la India, pasamos por alto onceptos esenciales. La lengua inglesa nos da sólo una dimensión, un punto de vista y una ventana.» (Kachru, 1996, p. 138, 140)

En todo el mundo, estas tendencias y muchas otras, que son parte integrante de la macdonaldización, tienen como resultado que tanto las élites como los marginados deseen usar eficazmente el inglés, por la evidente razon de que ven en él la llave que abre las puertas. Pero la difusión del inglés no debe hacernos olvidar el hecho de que en África, considerada en su conjunto, el 90 por ciento de los habitantes habla sólo lenguas africanas. La situación es similar en la India: los hablantes del inglés son sólo del 3 al 5 por ciento. Si es deseable que los ciudadanos de los países de todo el planeta contribuyan a la solución de los problemas locales, que recurran a sus propios medios con fines culturales, económicos y políticos adecuados a su localidad, para ello se requiere el uso de las lenguas locales. La política lingüística debe ajustar esas dimensiones de la ecología lingüística con las presiones de la globalización y la internacionalización, las cuales promueven al idioma inglés. La política lingüística debe ser explícita y debe contemplar iguales condiciones para todos los pueblos y todas las lenguas.

Es posible abogar por la ampliación de las leyes internacionales sobre derechos humanos, para que éstas impidan la invasión de lenguas internacionales dominantes.

Notas

1 Documento político clave, The diffusion of English culture outside England. A problem of post-war reconstruction (La difusión de la cultura inglesa al exterior de Inglaterra. Problema de la reconstrucción de la posguerra, Routh 1941), fue escrito por un miembro del Consejo Británico, organismo establecido en los años treinta para difundir el inglés y contrarrestar la difusión de las lenguas de los gobiernos fascistas. Éste fue el documento fundador de la profesión global de enseñanza del inglés, que surgió a mediados del siglo XX y que desde entonces crece con gran éxito.

Los estadunidenses derramaron dinero en los sistemas educativos de los países «tercermundistas» y en gran parte en la profesión de la enseñanza del inglés como segundo idioma. «El gasto de grandes sumas de dinero de fondos públicos y privados en el periodo de 1959 a 1970, quizá (fue) el gasto más grande en la historia con el objeto de difundir una lengua.» (Troike, director del Centro de Lingüística Aplicada, Washington, DC, 1977)

2 Esas opiniones se refieren a su forma (amalgama de varias lenguas, principalmente europeas) y a su papel como instrumento del cristianismo, literatura, riqueza, tecnología, ciencia, progreso, etcétera. No es frecuente la disidencia con la actitud imperialista, aun en nuestros días (Bailey, 1991, p. 116). Hay una larga y animada tradición «de pretender dar pruebas de la superioridad del inglés en todos los campos de la actividad humana. Muchas personas justifican las injusticias más viles. Pocas (de estas pretnsiones) sobreviven a un análisis riguroso y desapasionado» (op. cit. p. 287).

3 Malcolm Rifkind, entonces ministro británico de relaciones exteriores, declaró: «La Gran Bretaña es una gran potencia mundial, con intereses en todo el mundo por la Mancomunidad de Naciones, las relaciones transatlánticas (con los Estados Unidos) y el creciente poderío del idioma inglés.» (Informe en The Observer, 24 de noviembre de 1995)

4 El proyecto English 2000 del Consejo Británico, lanzado en 1995, informa en su material publicitario que el objetivo es «aprovechar el papel del inglés para impulsar los intereses británicos, como una faceta de la tarea de mantener y expandir el papel del inglés
como lengua mundial en el siglo XXI. (…) Hablar inglés le abre al individuo los logros culturales de Gran Bretaña, sus valores sociales y sus metas comerciales.»

5 The Sunday Times, 10 de julio de 1994: «El camino de salvación para el francés es que en todas las escuelas francesas se enseñe el inglés en la forma más eficaz posible. (…) Sólo cuando los franceses reconozcan el dominio del inglés estadunidense como lengua universal de un mundo que se encoge, podrán defender eficazmente su propia cultura característica. (…) La Gran Bretaña debe continuar la labor de difunir el inglés y los valores británicos que la lengua tiene de fondo.»

6 La reciente avalancha de libros sobre la globalización y el inglés puede clasificarse grosso modo de la siguiente manera:

  • Regional: (por ejemplo, Linguistic ecology. Language change and linguistic imperialism in the Pacific region, MŠhlhäuser, Routledge; South Asian English, ed. Baumgardner, Illinois UP);
  • Comparativa: (Post-imperial English: Status change in former British and American colonies, 1940-1990, ed. Fishman, Conrad and Rubal-Lopez, Mouton de Gruyter; Language politics in English-dominant countries, Herriman/Barnaby, Multilingual Matters);
  • Triunfalista: (English as a Global Language, Crystal, Cambridge UP);
  • Analítica: (The politics of English as an international language, Pennycook, Longman; Problematizing English in India, Agnihotra y Khanna, Sage; Linguistic imperialism, Phillipson, Oxford);
  • Radical-crítica: (The otherness of English. India’s auntie tongue syndrome, Dasgupta, Sage; De-hegemonizing language standards. Learning from (post)colonial Englishes about «English», Parakrama, Macmillan);
  • Pronosticativa: (The future of English, Graddol, British Council).

7 Ésta es la esencia del discurso pronunciado por el presidente de la Asociación Bitánica para la Educación Internacional y Comparativa, sir Christopher Ball, durante la tercera conferencia oxoniana sobre educación y evolución, 1995.

8 Los campos de aprendizaje son:

(i) aprender a aprender

(ii) la lengua mundial

(iii) la lengua materna (si es diferente a la mundial)

(iv) dominio de numerales

(v) lectura y escritura cultural

(vi) relaciones sociales

(vii) religión, ética y valores

9 El lingüismo (segregación lingüística) puede definirse como el conjunto de «ideologías, estructuras yprácticas que sirven para legitimar, producir y reproducir una división desigual del poderío y de la posesión de recursos (materiales y no materiales) entre grupos que se definen conforme a la lengua» (Skutnabb-Kangas, 1988).

10 El propio Zamenhof cita a Ovidio en alusión a los hombres que rechazan al esperanto sin conocer su potencial y su realidad: Ignoti nulla cupido, es decir, no se desea lo que no se conoce (cita en Centassi y Masson, 1995).

11 A fines de 1914,Zamenhof escribió un artículo titulado «Después de la gran guerra; llamado a los diplomáticos», que constituye una especie de testamento político. En él, Zamenhof propone cuatro principios (Centassi y Masson, 1995, p.329-331):

  • Todo país pertenece, moral y materialmente, a todos sus habitantes, nativos o naturalizados. (…) Ninguna etnia del país debe tener más o menos derechos y obligaciones que las demás etnias;
  • Todo habitante de un país tiene todo el derecho de usar la lengua o el dialecto que desee;
  • El gobierno de cada país ebe responder por cualquier injusticia cometida en su territorio ante un tribunal permanente paneuropeo, establecido por acuerdo de todos los estados europeos;
  • Ningún país y ninguna provincia deben llevar el nombre de una etnia específica, sino un nombre geográfico y neutro, aceptado de común acuerdo por todos los estados.

12 Das Kommunikations- und Sprachenproblem in der Europäischen Gemeinschaft in wie weit könnte eine Plansprache zu seiner Lösung beitragen? (El problema de comunicación y lingüístico en la Unión Europea; ¿hasta qué punto puede contribuir a su solución un lengua planificada?), Parlamento Europeo, Bruelas, 29 de septiembre de 1993, organizado por la Fundación Hanns-Seidel. Se planea otra audiencia (para escuchar propuestas) por parte del Grupo de trabajo sobre problemas lingüísticos de la Unión Europea. Pueden obtenerse los detalles en la oficina de UEA en Rotterdam.

13 El Centro de Investigación y Documentacion sobre Problemas Lingüísticos Mundiales, cuya sede está en la Universidad de Hartford, Estados Unidos, en combinación con la revista Language Problems and Language Planning (Problemas lingüísticos y planeación lingüística), organizó una serie de conferencias en la ONU sobre la política lingüística (véanse las alusiones en Tonkin, 1996).

14 Lea la resolución de la Asamblea General del 2 de noviembre de 1995 en el reporte de Fettes, 1996, p. 130.

15 Desde hace decenios, el Consejo de Europa estimula el aprendizaje de dos lenguas extranjeras. La Comisión Europea, en sus lineamientos sobre educación y capacitación (documento COM[95] 590 del 29 de noviembre de 1995) recomienda que todos los jóvenes aprendan por lo menos dos lenguas extranjeras de la Unión Europea y proponemuchos recursos para fortalecer el aprendizaje de lenguas extranjeras. Muchos escolares de Europa ya lo hacen y en su mayoría, los gobiernos de la Unión, con excepción del británico, están dispuestos a apoyar las dos lenguas extranjeras.

16 Aunque Quell lo analizó cuidadosa y escrupulosamente, él se inclina por aceptar la opinión de que los hablantes de una segunda lengua son ideales como agentes del cambio, no sólo porque están fuertemente motivados, sino también porque apoyan una lengua con la que no están relacionados de una manera crudamente nacional y cultural, por lo que es improbable que se considere que apoyen una política por razoes de egoísmo político (Quell, 1997, p. 70). Quizá esa conclusión sea válida dentro de esta investigación; pero si se pone en un contexto más amplio, podría ser menos generalizable. La investigciones de Schlossmacher indican que los burócratas de la Unión Europea insisten menos que los parlamentarios en el uso de su lengua primaria en las instituciones de la Unión Europea.

17 En cierta medida, ese «resultado» puede ser consecuencia artificial de la forma del cuestionario, pues los entrevistados necesariamente tuvieron que interpretar expresiones que pueden comprenderse de varias formas, por muy cuidadosamente que se les exprese. ¿Y acaso Amtssprache es el equivalente exacto de official language?

18 En Labie y Quell, 1997, pueden leerse los detalles sobre los cambios en el aprendizaje de lenguas extranjeras en los países de la Unión Europea durante el recién transcurrido medio siglo, y el análisis de sus consecuencias en la elección de lengua para la comunicación interpersonal.

19 En las revistas científicas espcializadas de Hungría ocurre un intenso debate sobre los desiguales derechos que tienen los científicos norteamericanos y sus «aliados» húngaros. Véase el número especial de Replika sobre «¿Colonialismo o alianza? Europa oriental y las ciencias sociales occidentales», 1996. Agradezco a Miklós Kontra por haberme hecho esta observación.

20 Ejemplo reciente: un alto funcionario del Consejo Británico considera que el actual dominio del inglés en los campos más importantes de la globalización es tan natural como el hecho de que el agua fluya hacia abajo y el sol salga por el oriente, y si se acepta ese hecho social, «es legítimo e inevitable que los países anglófonos traten de obtener ventajas nacionales de ese hecho» (Seaton, 1997, p. 381).

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Acerca del autor

El profesor Robert Phillipson, nacido en Gran Bretaña en 1942, es catedrático de la facultad de negocios de la Universidad de Copenhague, Dinamarca, y se ha especializado en el tema de los derechos lingüísticos y los derechos humanos. Fue miembro de la junta directiva del Centro Danés de Derechos Humanos (1993-2000) y del Consejo Europeo de las Lenguas (1997-2001). Asimismo, pertenece al consejo editorial de las revistas Language Problems and Language Planning y Journal of Language, Identity, and Education..

Obtuvo su licenciatura en lenguas modernas (francés y alemán) en la Universidad de Leeds; la maestría en lingüística y enseñanza del inglés la obtuvo en la Universidad de Cambridge y el doctorado cum laude en la Universidad de Amsterdam, Países Bajos, por su tesis «La enseñanza del idioma inglés y el imperialismo».

Como investigador académico, sus principales campos de interés son el papel mundial del inglés, las causas de su expansión y los intereses a los que sirve en todo el mundo; el imperialismo lingüístico, las jerarquías lingüísticas y la hegemonía lingüística; la planeación lingüística, los derechos lingüísticos, los derechos humanos y la política lingüística.

Entre sus numerosas publicaciones destacan Linguistic imperialism, Oxford University Press, 1992 (quinta impresión, 2000), Linguistic human rights: overcoming linguistic discrimination, Mouton de Gruyter, 1994, editado junto con su esposa, la profesora Tove Skutnabb-Kangas y Language, a right and a resource. Approaching linguistic human rights (editado junto con Kontra, Skutnabb-Kangas y Varadi), Central European University Press, 1999, en el cual apareció la primera versión del artículo que aquí ofrecemos. Su libro English-only Europe? Language policy challenges, fue publicado en 2003 por Routledge, en Londres, en 2003, y traducido al esperanto.

Traducción: Jorge Luis Gutiérrez

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